Bill Nighy y Aimee Lou Wood en Living en una película contemplativa y valiente que proponer una respuesta ¿Qué hacer para no desperdiciar la vida? Photo: Ross Ferguson
¿Tener la muerte presente puede facilitar el hecho de vivir una vida plena? El director de cine Oliver Hermanus, y el escritor y Premio Nobel Zauco Isiguro nos proponen una bella y posible solución a estas preguntas con la película Living, que es una adaptación de la Ikiru ‘Vivir’ (1952) de Akira Kurosawa. Living es una inteligente y valiente adaptación de la película japonesa a la cultura británica de los años cuarenta del siglo pasado. La película narra la vida de un funcionario de un ayuntamiento en Japón tras la Segunda Guerra Mundial.
Living gira alrededor de un funcionario, jefe de un departamento en el Ayuntamiento de Londres, que recibe la noticia de que le quedan entre seis y nueve meses de vida por haber llegado a un estadio terminal de un cáncer de estómago.
Tras recibir esta noticia de su médico, el protagonista Mr. Williams (Bill Nighy) decide vaciar la mitad de su cuenta corriente e irse a la costa del sur de Inglaterra. El protagonista llevaba una vida triste, monótona, escrupulosamente puntual y, sigue los protocolos sociales y profesionales de un funcionario. Así que nuestro protagonista decide ocultar su enfermedad a sus compañeros de trabajo y también a su familia.
En su corto viaje al sur, se le presenta otra dificultad: no sabe qué hacer, no sabe cómo hacerse feliz. Es el momento en el que el espectador empieza a identificarse con el drama del personaje, ya que pocas veces nos hacemos la pregunta de cómo vivir una vida que nos proporcione alegría y plenitud. Mr. Williams establece casualmente relación con dos jóvenes. Estos le muestran la posibilidad de un cambio de actitud para su corta existencia. El primero, un escritor, que no puede escribir, le lleva a conocer la vida nocturna de bares y espectáculos, una forma de evasión y narcotización frente al sufrimiento y, una antigua joven compañera de trabajo (Aimee Lou Wood), vital, positiva y alegre, que vive los pequeños acontecimientos diarios con un alto grado de alegría serena. Lo que más le inspira para su nueva actitud vital es el vínculo personal, respetuoso y afectivo de su joven excompañera de trabajo y la implicación con los problemas de los que la rodean. El gran regalo de su pronta muerte consiste en que toma conciencia de que está vivo. Comprende el significado de vivir afirmando la vida.
“Mr. Zombi” literalmente muerto viviente, según el acertado alias que le adjudica su excompañera de trabajo, se da cuenta de la actitud de un grupo de madres que luchan contra el procedimiento burocrático por la construcción de un parque infantil. Inspirado por su tesón y valentía, decide hacer lo que esté en su mano para superar la desidia y la inercia del sistema funcionarial incompetente, en el que había ejercido su profesión toda la vida, en beneficio de una causa mayor que su propio interés personal.
Después de su muerte, su familia y compañeros se preguntan por su cambio de actitud ¿sabía que moriría en breve? Si lo sabía, eso explicaría que su acción fuera ejemplar. Su implicación en las ilusiones de este grupo de madres le supuso mucho esfuerzo y compromiso personal. Era una acción que claramente no tenía ninguna ganancia para él. El parque infantil beneficiaría a un puñado de niños, pero no a Mr. Williams; sin embargo, la circunstancia de su muerte inmediata le permite disfrutar del placer de haber realizado esa acción. El premio de la acción está en la propia acción.
La propuesta estética es adecuada a una propuesta ética valiente y edificante más allá del humor y el estoicismo británico. La fotografía exquisita y cuidada, la excelente actuación describe y refuerza, en todo momento, el estado emocional. El ritmo contemplativo y lento, acompañado de una banda sonora excepcional, permite al espectador comprender la profundidad de la belleza que se oculta bajo una acción desegocentrada, comprometida y sin la exigencia del éxito en cualquiera de sus formas, popularidad, poder, dinero.
Como decía el filósofo Gilles Deleuze en Diferencia y repetición, las buenas obras de arte “fuerzan a pensar”. ¿No estamos todos en la misma situación? Propongo una reflexión conjunta sobre el tema que plantea esta película. ¿Qué es lo que desearíamos haber hecho en nuestra vida en el caso de que estuviéramos a punto de morir? ¿En qué nos gustaría haber invertido nuestro tiempo? No debería ser preciso esperar hasta el momento de la muerte, porque ahora mismo, podemos formularnos estas preguntas. ¿Qué es lo más importante para nosotros? ¿Qué es lo que nos da alegría?
Por otro lado, me gustaría que dejaras tu opinión en un comentario después de ver la película. Me queda la duda de si la película tiene un tono aleccionador ¿Crees que explicita demasiado la enseñanza ética, convirtiéndola en una receta moral voluntarista?
[1] “Hay algo en el mundo que fuerza a pensar, ese algo es el objeto de un encuentro fundamental, y no de un reconocimiento” (DR 215)