Método

Diálogo con el consultante para que reflexione críticamente sobre las actitudes, valores y visión del mundo que le llevan a resultados no deseados, a bloqueos o a conflictos. Son sesiones individuales de consulta en las que mediante el diálogo, el consultante extrae de sí mismo aquello que más le importa para mejorar su calidad de vida.

El asesor ayuda con sus precisiones a que se produzca una comprensión intelectual de tipo intuitivo; en ningún momento se pretende formar filosóficamente al consultante. Tampoco son sesiones de terapia psicológica, en el sentido de que no se pretende tratar ninguna psicopatología. Sin embargo, las preguntas del asesor y las respuestas del consultante ponen de manifiesto las creencias inconscientes e irracionales que están impidiendo su bienestar. También ponen de manifiesto los valores éticos del consultante para que le sirvan de guía.

Por tanto, las sesiones no pretenden ofrecer un “diagnóstico y receta”, ni pretenden ser una “homilía” sobre las ventajas de otro punto de vista. El consultante protagoniza su proceso de transformación, siguiendo un conjunto de razonamientos que al principio puede parecer que no avanzan. Luego se produce como un salto de nivel de conciencia, y se alcanza una comprensión más profunda de si misma, se ve algo que no estaba en su campo de visión. Se ilumina un aspecto de la realidad anteriormente velado. Se puede llamar comprensión intuitiva: es un ver que transforma y libera de la ilusión anterior. Esa comprensión ya no te permite seguir creyendo lo mismo que antes, al menos, no del mismo modo. Hay un salto cualitativo con respecto al punto en el que estabas previamente. Esto es fundamental, porque, en el asesoramiento filosófico, se trata de ver. Se comienza pensando, razonando, exponiendo, analizando, debatiendo, planteando y todo está orientado a favorecer un ver, una comprensión sentida y directa.
El consultor está asistiendo a un parto, por utilizar la metáfora socrática, a un proceso de comprensión racional autónoma, que sustenta el crecimiento autógeno.
Se trata de un trabajo gradual, ya que se respeta el ritmo que necesite el consultante.

Es una investigación guiada, basada en la experiencia personal del consultante; se podría decir que es un proceso absolutamente individualizado. El trabajo continúa en la vida cotidiana del consultante, ya que trata de verificar las hipótesis abordadas en las sesiones. Es un trabajo de investigación que conduce a una transformación de las pautas limitativas y de las creencias que lo refuerzan.

No requiere adhesión a ideas, ni a creencias. Las sesiones consiguen sacar a la luz, mediante el diálogo, las asunciones inconscientes que fundamentan nuestras reacciones emocionales y nuestras acciones. El mero hecho de confrontar las propias creencias irracionales permite la desactivación automática de éstas.

Se usa la sabiduría de las grandes tradiciones filosóficas porque se tienen en cuenta las ideas de los grandes maestros de la vida de las tradiciones filosóficas de Oriente y Occidente para vivir mejor nuestra vida.

En la historia de la filosofía occidental, se puede trazar una línea de pensadores que otorgan a la reflexión mental el poder transformador de las creencias inconscientes. El trabajo del asesor filosófico consiste en detectar las ideas no revisadas, que siguen actuando inconscientemente y nos mantienen en un estado de insatisfacción permanente.

Los presupuestos básicos del método dialógico:

  1. El consultante tiene motivos para confiar en el despliegue de su potencialidad. 
  2. El consultante tiene el poder de reflexionar sobre la propia vida y cambiar sus respuestas, yendo más allá del narcisismo cotidiano, que organiza la realidad en función del interés más inmediato, la protección o la defensa frente a las circunstancias.
  3. El consultante es un filósofo en potencia y posee el poder de razonar de la misma forma que el asesor. En la relación entre el consultante y el asesor filosófico, no hay jerarquía, ya que no hay una verdad externa, absoluta o trascendente que el asesor deba transmitir, sino que la verdad para el consultante reside en sí mismo y el asesor debe ponerla de manifiesto, debe facilitar su comprensión para que el consultante la verifique, la contraste y, en ese proceso, mejore su calidad de vida.
  4. El consultante se acerca a la sesión siendo consciente de que su vida puede transformarse, si da una respuesta diferente a las circunstancias exteriores.  Por tanto, asume que es responsable desde el momento en que reconoce que puede elegir las creencias que le hacen feliz. La responsabilidad y la libertad del consultante empieza cuando se da cuenta de que, hasta el momento, ha elegido pocas o ninguna de las creencias que asume sin saberlo.

“No son las cosas lo que nos trastorna, sino nuestra interpretación de su significado.”

Epicteto, Manual de vida